La sede de la
cofradía de la Columna, alberga un mural cerámico que destila alegría y esplendor,
como un símil de las expresiones del pueblo calé. De nuevo vislumbramos la firma del maestro
sevillano Patricio Zabala, cuyo hiperrealismo alcanza notas elevadas con
sensaciones que llegan a embriagar al espectador que pase por calle Frailes.
Las
imágenes parecen salirse de las placas vidriadas, con una visión sobrecogedora
de las manos del Cristo de los Gitanos o de su mirada ensimismada. De nuevo se presenta un mosaico dual con las
dos efigies de la corporación, en una estampa parecida a la de su traslado del
Domingo de Pasión desde su templo de los Mártires, aunque el resultado final no
es del todo acertado por los distintos ángulos y tamaños con que las figuras
son enmarcadas en el puzle de los azulejos, problema que es de suponer que
parte de la elección de las fotografías modelo del mural. El Señor aparece más
lejano y pequeño, rodeado de una bóveda de intenso azul, con un trabajo
exquisito en damasco. La pieza, que mide 1,95 x 1,50 m aproximadamente,
embellece el frontal de la casa hermandad y nos insinúa un guiño al noble
oficio gitano del modelado del cobre, con la orla anaranjada que lo rodea. Viene
cubierto por un tejaroz a una sola agua, y se ilumina por dos faroles de forja.
No obstante, adolece de un cielo cerámico en la base del tejado para así
culminar todo el conjunto. Las vecinas
sedes de Sentencia y Gitanos nos proporcionan en plena calle, una clase
magistral de los distintos estilos de trabajos vidriados.
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